lunes, 31 de octubre de 2011

Una mañana...

Las siete de la mañana, la primera luz de la mañana se asoma vergonzosa por detrás de la montaña, tú te despiertas, abres las cortinas y la ventana, notas el aire frío de la mañana rozándote las mejillas, respiras el aire fresco de la mañana y piensas que él te está esperando todavía tumbado en la cama, con las sábanas revueltas por una noche apasionada que pasasteis juntos.






Dejas la ventana abierta aún con el aire frío entrando por ella y te tumbas bajo las sabanas con él, lo abrazas para que te de calor, apoyas tu cabeza en su pecho y te vuelves a dormir hasta tres o cuatro horas más tarde, te despiertas y notas sus labios rozando los tuyos con la intención de despertarte de una forma tan tierna como sexy.

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